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Carlos Slim es un magnate. A sus 63 años, está pensando a lo grande. Está
comprando compañías de telecomunicaciones en toda América. El Salvador no es la
excepción, acaba de adquirir el 51% de las acciones de la francesa CTE Telecom.
La lista de invitados parecía una guía de los magnates más ricos de Estados
Unidos, y algunos de los participantes de la cumbre empresaria de cuatro días
provenían de lugares tan lejanos como Buenos Aires y Sao Paulo. Entre los
capitanes de la industria que se reunieron en la Ciudad de México en mayo, se
contaban Gustavo Cisneros, de Venezuela, y Julio Mario Santodomingo, de
Colombia. Pero su cortés anfitrión, el magnate mexicano de las
telecomunicaciones Carlos Slim Helu, tenía en mente cuestiones de mayor gravedad
que obtener ganancias.
En su galería privada, adornada con obras maestras de Monet, Degas y Van Gogh,
Slim expresó ante la asamblea congregada que los modelos existentes para el
desarrollo económico habían hecho quebrar a América Latina "y que había llegado
el momento de pensar un nuevo paradigma de desarrollo para los países de la
región, ineficientes y abrumados por la deuda". "Desde que empezamos a aplicar
el modelo impuesto por el Fondo Monetario Internacional, hemos tenido (en
México) dos décadas sin crecimiento per cápita", dijo el hombre más rico de
América Latina a "Newsweek" en una entrevista exclusiva realizada este mes.
"No
fue bueno para nuestros países y prueba que algo está profundamente equivocado."
Slim, de 63 años, está pensando a lo grande en este momento. En julio causó
revuelo cuando exhortó públicamente al presidente mexicano, Vicente Fox, a
invertir más en proyectos de infraestructura y a preocuparse menos por la
inflación y los superávit presupuestarios. Slim también se ha hecho muy amigo
del intendente izquierdista de la ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador,
inicial favorito para suceder a Fox en las elecciones presidenciales de 2006. El
industrial está ansioso por analizar nuevas ideas tendentes a generar la
prosperidad y los empleos necesarios para una América Latina estable. "Uno no
puede esperar hasta morir para dejar un legado", dijo Slim a "Newsweek". "Tiene
que hacer todo lo que puede mientras está vivo."
Este nuevo papel de activista más bien público es poco familiar para este hombre
al que llaman "el Ingeniero". Cuando estaba amasando su fortuna de $7,400
millones en las décadas de 1980 y 1990, Slim mantuvo un perfil bajo y cultivó
silenciosamente sus contactos dentro del "establishment" político mexicano. "Slim
solía ser muy enigmático y se mostraba poco", dice un editor de revistas de
Ciudad de México. Pero en los últimos meses el magnate ha mantenido conferencias
de prensa y ha pronunciado una serie de charlas para promover sus planes
destinados a revitalizar el centro histórico de Ciudad de México, donde creció
cuando era niño. Convocó a Bill Clinton como orador clave de una reciente
ceremonia de entrega de becas para estudiantes patrocinada por su fundación
Telmex. Puede darse el lujo de dedicar más tiempo a las candilejas porque sus
tres hijos, junto con un par de yernos, manejan en gran medida su extenso
imperio.
Slim se inició en los negocios a los ocho años, cuando su padre, Julián, le
pidió que lo ayudara en la Orient Star, la tienda de la familia así llamada en
honor de sus raíces en Medio Oriente. Después de recibirse de ingeniero civil en
la Universidad Autónoma Nacional de México, heredó importantes bienes raíces de
sus padres e hizo una serie de inversiones audaces a comienzos de la década de
1980. Slim desafió la opinión convencional cuando se zambulló en un frenesí de
adquisiciones; rápidamente adquirió la principal compañía tabacalera de México,
una fábrica rentable de autopartes y la popular cadena de restaurantes y
negocios de regalos Sanborns. "Estaban muy baratos", dice simplemente.
Hizo su golazo en 1990 cuando el presidente Carlos Salinas de Gortari puso en
venta el monopolio de la compañía estatal Teléfonos de México. Un consorcio
liderado por Slim pagó $1,760 millones por Telmex, precio excepcionalmente bajo
que desató gritos de protesta de la oposición política izquierdista del momento.
Slim y sus socios torearon el temporal y la empresa tiene ahora una
capitalización de mercado de más de $20 mil millones. Telmex, de lejos la
empresa privada más grande del país, es la joya de la corona de un imperio
empresarial que emplea a más de 250 mil trabajadores y representa más del 40% de
la capitalización total de la Bolsa de México. América Móvil, el operador de
telefonía inalámbrica que Slim creó a partir de Telmex, utilizó las
adquisiciones en todo el hemisferio para convertirse en el operador de telefonía
celular más grande de América Latina.
Las empresas extranjeras que han tratado de quebrar el dominio de Slim en el
mercado mexicano de las telecomunicaciones salieron derrotadas. Telmex sigue
controlando más del 90% de las líneas telefónicas fijas de México. Dos de los
competidores de líneas fijas de Telmex, una empresa que es propiedad de AT&T en
un 49% y la otra, 45% propiedad de Worldcom, tienen serios problemas
financieros. En el área de telefonía inalámbrica, Verizon y Vodafone vendieron
su participación en el proveedor de celulares Iusacell, que salió del mercado
mexicano. Cada empresa perdió aproximadamente $1 mil millones en su inversión
mexicana. Las tasas de llamadas de México siguen duplicando las de Estados
Unidos, y según un informe de Merrill Lynch, las llamadas tasas de interconexión
de Telmex, tarifas que cobra a otros transportadores (inalámbricos y fijos) para
acceder a su red, se ubican entre las más altas del mundo. (Subieron hasta
alcanzar 14% de los ingresos de Telmex en 2002.)
Desde hace tiempo, Slim y sus hijos están prestando más atención a las
oportunidades de inversión en Estados Unidos. En los últimos años, la familia
adquirió acciones en Philip Morris (ahora llamada Altria), OfficeMax y Saks
Incorporated. En 1999, Telmex compró una participación mayoritaria en una firma
de comunicaciones inalámbricas prepagadas de Miami llamada TOPPTelecom (TT)
por
$57.5 millones.
El Carso Grupo Telecom (CGT), el grupo de telecomunicaciones de Slim, apunta a
consumidores de bajos ingresos, principalmente hispanos en Estados Unidos, que
tienen muy poco o ningún acceso al crédito. La familia también se asoció con
Bill Gates para crear un exitoso portal de internet destinado a los hispanos
llamado T1MSN.
No todas las incursiones de Slim en Estados Unidos fueron exitosas. La compra de
la cadena minorista CompUSA por $800 millones se realizó justo cuando la burbuja
de internet estaba por estallar. El grupo industrial y minorista Carso está
tratando de reanimar la empresa en este momento.
Slim también quiere comprar Circuit City, la cadena estadounidense de tiendas de
productos electrónicos para el hogar, pero algunos analistas consideran que le
convendría limitarse a los mercados latinoamericanos. "En América Latina hay
montones de vendedores y muy pocos compradores y eso le permite a Slim hacer lo
que mejor hace - comprar activos baratos", dice Whitney Johnson, de
Merrill
Lynch. "Cualquier inversor que busque exposición en las telecomunicaciones puede
encontrar mejores oportunidades (fuera de Estados Unidos), y en el caso de Slim,
es su patio de atrás."
Al acercarse a sus años dorados, Carlos Slim parece menos obsesionado con
balances y beneficios. La muerte en 1999 de Soumaya Domit, con quien estuvo
casado durante 32 años, lo dejó viudo y Slim reserva las noches del lunes a una
cena familiar con sus seis hijos, sus cónyuges e hijos.
Al mismo tiempo, está más absorbido por el panorama general. "Debemos
integrarnos para combatir la pobreza", sostiene Slim. "Es hora de pasar de un
modelo dedicado a la estabilización a un modelo de desarrollo y de generación de
empleo y crecimiento."
Con estos antecedentes, Slim y el intendente de México, López Obrador, tal vez
no sean socios políticos tan extraños. El empresario aceptó la invitación del
intendente de centro izquierda para presidir una comisión a cargo de supervisar
la renovación del centro de la Ciudad de México. Oficialmente, Slim niega tener
ambiciones políticas o secretas lealtades partidarias. "No pertenezco a ningún
partido político. Yo doy dinero a cualquier candidato que me lo pide porque
apoyo incondicionalmente el proceso democrático", dice.
Siendo un hombre que estuvo al borde de la muerte durante una operación de
corazón abierto hace seis años y que no necesita trabajar ni un día más por el
resto de su vida, bien se le puede perdonar a Slim que piense cada tanto en
retirarse.
Pero insiste en que siente el mismo llamado de la vocación que inspiró a los
maestros del siglo XIX cuyas obras de arte colecciona tan vívidamente. "Usted no
le pide a un artista que se retire porque ya terminó determinado número de
pinturas", dice "el Ingeniero". "Es su vocación, y para mí trabajar es no sólo
una responsabilidad social y empresaria, sino también una necesidad emocional."
Si continúa sintiendo ese impulso, Carlos Slim desempeñará sin duda un papel
crucial en los asuntos de la región en los próximos años.
Por María Cristina Caballero
San Salvador - El Salvador
La Prensa
economia@laprensa.com.sv
Newsweek (c) 2003, Newsweek Inc.
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